La importancia de la remolacha

La remolacha nos ofrece, a parte del azúcar, otros beneficios que quizás no conocíamos

Hoy en día, la remolacha es uno de los cultivos más importantes de Castilla y León. No en vano, allá por los años sesenta se creó una cooperativa pionera en el sector remolachero, la Asociación Cooperativa Onésimo Redondo, o lo que es lo mismo, ACOR, formada por miles de socios que buscan en esta entidad una justa recompensa a su trabajo y esfuerzo.

ACOR cumple 60 años en el mercado de la remolacha; en este tiempo han ido sembrando un camino que al principio no fue fácil, ya que nació con el objetivo de eliminar el monopolio que las grandes fábricas habían impuesto, las cuales ofrecían contratos abusivos. Pero gracias a la Organización de esta cooperativa y a los miles de socios que la forman, se han podido levantar dos fábricas, que han hecho que ACOR sea un elemento clave en la producción agroalimentaria de Castilla y León. Así, se puede decir que cuenta con el 85% de la molturación de la remolacha en España, y que ha hecho que sea la región europea donde se obtienen mayores rendimientos de este cultivo, sin olvidar que son líderes en la producción de azúcar en España.

Todo esto hace que los remolacheros de esta Cooperativa tengan garantizada la rentabilidad de su producto.

Por todo esto, podemos decir que esta entidad es un motor de desarrollo para nuestra Comunidad, y un apoyo económico muy importante para las familias de sus socios y de los trabajadores. Ya que no sólo ofrecen beneficio por producción de la remolacha, si no que cuentan con diferentes actividades sociales y culturales, tales como becas y bolsas de estudios, viajes y excursiones, concursos literarios…, con lo que afirmamos que los socios puedan estar y se sientan, orgullosos de pertenecer a ACOR.

Viendo los múltiples beneficios que podemos obtener gracias a esta cooperativa, quizás nos estamos planteando sembrar remolacha. Si es así, lo primero que debemos hacer es buscar la tierra apropiada. Necesitamos un suelo que permita el buen desarrollo de la raíz. Son mejores los terrenos húmedos, eso sí, sin encharcamientos, ya que se puede pudrir la raíz. La remolacha se da bien en suelos tanto arenosos como arcillosos, tratando de evitar suelos secos, pues esto puede hacer que se nos raje la remolacha.

Hay que tener en cuenta que la época de siembra va desde finales de febrero hasta los últimos días de abril, siendo su mejor época a mediados de marzo.

Una vez sea el tiempo propicio para la siembra debemos preparar el terreno donde vamos a cultivar nuestras remolachas. Hacemos primero con el arado “una labor profunda”, después lo pasamos una o dos veces, depende de cómo esté el terreno, para allanarlo, dejarlo en buenas condiciones y asentado. Es el momento de echar abono y pasar un arado “de preparación”. Por fin podemos sembrar la tierra.  Sembraremos haciendo unos surcos no muy profundos, de 1 a 2 cm, dejando una semilla cada 17 cm. Cada surco o ramal, lo separaremos del siguiente unos 50 cm. Una vez sembrado debemos tratarlo contra las malas hierbas y regar un poquito el terreno.

Ahora lo que nos queda es esperar a que nazcan y podamos decir que “las remolachas están verdegueando”.  Sabremos que nuestra labor está bien hecha. Las regaremos una o dos veces a la semana, depende del tiempo y de cómo veamos la hoja de la remolacha.

Hay que estar muy pendientes de cómo vayan creciendo, ya que este cultivo puede verse afectado por una serie de enfermedades que pueden afectar tanto a la productividad como a la calidad final de la raíz y que deberemos solventar aplicando el tratamiento adecuado en cada momento.

La campaña para recoger nuestra siembra dura de octubre a enero, dependiendo del volumen de producción, esto nos lo indicará la fábrica que lo recoge. Este proceso ha ido cambiando para bien. Antes se sacaban con una máquina e iban haciendo montones en la tierra. Se cargaban en un remolque y se llevaban a la fábrica, donde había que esperar largas colas para el descargar. Ahora las máquinas son más rápidas, se llevan en camiones y el descargue es más rápido.

Una vez que nuestras remolachas entran en la fábrica, las pesan y toman una pequeña muestra que llevan al laboratorio para ver el porcentaje de impurezas y su contenido en azúcar, así determinan la riqueza. Esto va a ser lo que determine el precio que nos van a pagar por ellas.

El camión las vuelca en las tolvas y mediante unas cintas transportadoras llegan al carro distribuidor que las va depositando en unos silos. Allí se les introduce aire ambiente y vuelven a transportarse arrastrándolas con agua hasta la fábrica. Aquí las remolachas se lavan y se trocean en tiras. Estas tiras se llaman “cosetas”. Ahora con agua caliente se extrae los azúcares y no azúcares de las cosetas, la sacarosa, y se convertirá en jugo.

Lo que queda de la coseta se llama pulpa. Esta pulpa es prensada (para recuperar el azúcar que pueda tener) y secada. La pulpa seca la tratan con unas máquinas especiales para obtener los gránulos de pulpa, que almacenarán para su venta.

El jugo que habíamos extraído de las cosetas, sigue otro proceso distinto. Primero depuración, luego evaporación, después cristalización. Es un proceso largo y gracias al cual obtenemos el azúcar blanquilla, que comercializan el saquitos.

Nosotros usamos el azúcar en la cocina, principalmente en la repostería, pero hay otro uso, que seguramente no hemos oído hablar mucho de él. Con el azúcar como elemento principal, podemos obtener el ácido oxálico. Este se utiliza para purificar las llamadas “tierras raras”, muy importantes para la nueva movilidad eléctrica, la generación de energía verde y la transformación digital.

Pero aparte del azúcar, la remolacha nos ofrece una serie de beneficios para la salud, entre otros disminuye la tensión, mejora el rendimiento físico, combate las inflamaciones…

Con todo esto, podemos decir que sembrar remolacha es “sembrar beneficios para todos”.