¿Que hay más allá del universo conocido?
¿La pregunta que puede dar sentido a la vida y otras teorías?
30.11.2022 - Alejandro Soto Prado, Javier Oliver
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La idea de mundos paralelos saltó de las páginas de ficción a las revistas científicas a lo largo de la década de los noventa. Varios profesionales aseguran que una cantidad enorme de millones de otros mundos, conocidos en su grupo como multiverso, hay más allá de nuestro horizonte visual cósmico.
El problema de esta iniciativa radica en que, por su propia naturaleza, se encuentra más allá de toda verificación experimental: en el mejor de los casos, los indicios de la vida de un multiverso podrían ser indirectos. La iniciativa nos ordena a replantearnos lo cual comprendemos por ciencia.
A lo largo de la última década, una iniciativa extraordinaria ha encandilado a un óptimo número de cosmólogos: la de que el mundo en extensión que vemos a nuestro entorno no es el exclusivo existente, sino uno más entre una miríada de una cantidad enorme de millones de ellos. No habría, puesto que, un solo mundo, sino un multiverso. En artículos publicados en esta revista o en libros como La verdad esconde, de Brian Greene, científicos de primera línea hablan de una revolución supracopernicana: no solo es nuestro mundo uno más entre varios, sino que, a escalas cosmológicas, además nuestro mundo resultaría insignificante. Podría ser uno más entre innumerables mundos, cada uno con sus propias leyes.
El término «multiverso» puede conseguir diversos significados. El mundo observable se alarga hasta una distancia de unos 42.000 millones de años luz, nuestro horizonte visual cósmico. Empero no existe ni una razón para dar por sentado que todo culmine allí. Más allá podría haber varios —tal vez infinitos— dominios semejantes al nuestro. Cada uno habría comenzado con una repartición distinto de materia, sin embargo todos se regirían por las mismas leyes de la física.
La enorme mayor parte de los cosmólogos, yo integrado, aceptamos esta clase de multiverso, que Max Tegmark tipifica como de «nivel 1». No obstante, hay quienes van muchísimo más lejos y sugieren la realidad de otros mundos del todo diferentes, con otra física, otra historia y, tal vez, otro número de magnitudes espaciales. La mayor parte podrían ser estériles, empero ciertos bullirían con vida. Uno de los más importantes defensores de este multiverso de «nivel 2» es Alexander Vilenkin, quien sugiere un grupo infinito de mundos, con un número infinito de galaxias y planetas,
e infinitas personas que se denominan como usted y que se hallan leyendo este mismo artículo.
Varias civilizaciones han considerado a partir de la antigüedad ideas semejantes. La novedad radica en que la conjetura se concibe ahora como una teoría científica, con todo el rigor matemático y la verificación empírico que ello involucra. Personalmente, me muestro escéptico frente a parecido aseveración. No pienso que la vida de aquellos otros mundos haya sido demostrada ni que algo de esta forma logre lograrse nunca. Los defensores de la iniciativa del multiverso, además de agrandar nuestra concepción de la verdad, permanecen redefiniendo de manera implícita lo cual sabemos por ciencia.
Esos que se adhieren a la acepción más vasta de multiverso han postulado diferentes mecanismos para describir cómo habrían surgido todos aquellos universos y dónde podrían hallarse. Tal vez ocupen zonas bastante alejadas del espacio, tal y como predice el modelo de inflación caótica de Alan Guth, Andrei Linde y otros [véase «El cosmos inflacionario autorregenerante», por A. Linde, en este mismo número]. Además podrían existir en diferentes épocas, como pasa en el modelo repetitivo de Paul Steinhardt y Neil Turok [véase «El mundo antecedente de la enorme explosión», por Gramo.
Veneziano; Indagación y Ciencia, julio de 2004], o quizá estén en el mismo espacio que el nuestro empero en una rama distinto de la capacidad de onda cuántica, como defiende David Deutsch [véase «Física cuántica de los viajes por medio del tiempo», por D. Deutsch y M. Lockwood; Averiguación y Ciencia, mayo de 1994]. Otra probabilidad se basa en que carezcan de ubicación y se hallen desconectados de nuestro espaciotiempo, como proponen Max Tegmark y Dennis Sciama.