Se cumplen 20 años de uno de los mayores desastres ecológicos en España

El vertido de crudo afectó a las costas gallegas, asturianas y cántabras, afectando también a la costa portuguesa.

El 13 de noviembre de 2002 el petrolero Prestige, lanza una llamada de socorro, presenta una brecha en el casco por la que está entrando agua haciendo que se escore vertiendo al océano los primeros litros de crudo (fuel oil residual pesado) .

Durante los días siguientes las autoridades intentaron evitar lo que se estaba ya convirtiendo en un desastre medioambiental ya que el crudo vertido se acercaba a la costa gallega. La marea negra llegó a las playas y acantilados gallegos tiñéndolos de negro, dejando miles de aves cubiertas por una capa de petróleo que les impedía volar y por tanto quedaban abocadas a la muerte. La pesca y el marisqueo quedaron prohibidos y la costa gallega quedo muerta.

Durante los primeros días el ejército y la armada intentan retirar de las playas los restos de crudo que las tiñen de negro y los marineros gallegos intentan retener, con los medios anticontaminación con los que cuentan, la mancha cada vez más grande de crudo.

6 días después el barco se parte en dos y se hunde vertiendo un total de entre 20000 y 40000 toneladas de crudo al océano y que afectan a toda la costa da morte y comienza a llegar a las costas asturianas y cántabras.

Este desastre medioambiental provocó una marea de solidaridad en la sociedad, que salió a las calles a protestar contra la gestión al grito de “nunca mais”. Y que lleno las costas gallegas de miles de voluntarios que ataviados con trajes protectores de color blanco intentaban retirar la mayor cantidad de crudo de las playas y de los acantilados, transformando la marea negra en una gran marea blanca que durante varios meses se dedicó a limpiar de negro las costas gallegas.

20 años han pasado de aquella tragedia, las costas poco a poco han recobrado su esplendor  y pocos rastros quedan de aquel desastre, muchos de los que vivieron aquel desastre lo recuerdan con tristeza pero también con agradecimiento por la ayuda recibida por los miles de voluntarios.

Recordar esta y otras tragedias medioambientales como la de la rotura de la presa de Aznalcóllar (Sevilla) que vertió millones de lodos y aguas ácidas al medio o los incendios forestales que cada año asolan nuestros montes nos tiene que servir para aprender a cuidar de nuestro medio natural y a no explotarlo sin control, para que las generaciones futuras puedan disfrutar como lo hacemos nosotros de la riqueza natural que tenemos en España.