Ciudades fantasma y pueblos perdidos:

Un verdadero reto al que es difícil enfrentarse

Las ciudades y pueblos fantasma son algo que puede sonar irreal, lejano e incluso fantástico, como sacadas de un cuento o incluso de un mito clásico, pero son un problema real en Castilla y León, donde vivimos.

Las personas que viven actualmente en los pueblos están viendo horrificados (o al menos la mayoría) como sus vecinos se marchan a las ciudades por mejores puestos de trabajo, mejores oportunidades, estudios, educación para sus hijos… 

Pero no saben lo que están dejando atrás.

Nadie hoy en día querría irse a vivir a un pueblo, podrían considerar los puestos de trabajo que puede haber fuera de un núcleo urbano, que además ahora con el teletrabajo han aumentado muy considerablemente, a lo mejor no sería un súper puesto en una multinacional, pero algo es algo, hay muchas otras opciones. Incluso en muchas situaciones el problema planteado por la educación para los hijos quedaría resuelto, pues cuanta más gente considere el trabajo en el pueblo, más niños habría, y si hay un número suficiente de niños, las nuevas escuelas podrían ser reabiertas o entre el todo el grupo de padres se podría alquilar un autobús que lleve a los niños a un colegio cercano, de todas formas con la baja natalidad que hay hoy en día en España, el de la educación tampoco sería el mayor problema para muchos. 

Sin embargo, lo que plantea mucha gente es que aún con trabajo y tal, la vida de los pueblos puede ser muy aburrida, y desde luego puede serlo, pero eso es al igual que la vida en la ciudad, si no tienes amistades, o gente querida la vida en cualquier parte se te hará dura y aburrida. Así que por qué hacer en el tiempo libre no hay que preocuparse, si logras mantener una buena relación con el resto de vecinos, ese aspecto estará cubierto.

Por otro lado, a parte de todo esto también hay que tener en cuenta todas las terribles consecuencias que tiene la despoblación en nuestro país. Si nadie vive en el campo, entonces ¿quién va a cuidar del ganado y de las plantaciones donde se produce todo lo que comemos? Siento decírselo, pero el alimento no sale de la nada. Si nadie está nunca fuera en el campo, en los bosques, ¿quién extenderá las alarmas en caso de que se declare uno de esos incendios que asolan nuestro país ( y tantos otros) durante los meses de estío?

En conclusión, todos deberíamos considerar por lo menos lo que los pueblos y pequeñas ciudades pueden ofrecernos, después de todo, la vida en el campo no puede estar tan mal como nos la pintan y puede resolver una gran variedad de problemas que acosan a nuestro país y en especial a nuestra Comunidad Autónoma.